Semana de la Transparencia: ¡Construyendo la confianza ciudadana!
Desde hoy y hasta el viernes 27 de septiembre se llevará a cabo la Semana de la Transparencia y el acceso a la información, con esta actividad se busca fortalecer la democracia y promover una gestión legislativa abierta y accesible.
Por: John Jairo Junieles
Si la democracia fuera una librería, la Ley 1712 sería el cartel en la ventana que dice “¡Adelante!, ¡puede entrar cualquiera!”. Pero abrir la puerta del local no garantiza que todos lean sin tropiezos los letreros y el lomo de los libros: hace falta luz adentro, los anaqueles de los libros deben estar ordenados y, sobre todo, debe estar alguien que atienda oportunamente las preguntas y necesidades de los clientes cuando llegan. Esa es, en pocas palabras, la ambición detrás de la Semana de la Transparencia que este año toma al Congreso como escenario de uso público, a través de charlas, conversaciones, y varias actividades, sobre todo, es una invitación explícita y cordial a que la ciudadanía se convierta en fiscal y no sólo en espectadora de la realidad.
¿Qué se celebra y por qué importa?
La Ley 1712 de 2014 consagró en Colombia el derecho de acceso a la información pública, lo cual no es un trámite opcional ni una cortesía burocrática, es un derecho ciudadano que obliga a las entidades del Estado a entregar información –con las limitaciones razonables que protegen datos personales o seguridad– y a sistematizar lo que antes estaba escondido en gavetas.
Esa norma puso en el centro la idea de publicidad activa: no basta con responder peticiones a los ciudadanos, hay que publicar y facilitar datos para que cualquiera pueda utilizarlos para el bien común.
En ese marco, el Congreso institucionalizó la Semana de la Transparencia: una agenda que combina talleres presenciales, foros virtuales sobre ética pública, charlas sobre inteligencia artificial aplicada a la transparencia y hasta una Feria de la Transparencia para acercar datos abiertos a estudiantes, periodistas y organizaciones civiles. La idea es práctica: mostrar las herramientas (repositorios documentales) y enseñar a la gente a usarlas.
En ese sentido, la Cámara de Representantes cumple un rol importante en poner en práctica la transparencia institucional al abrir espacios reales de diálogo y rendición de cuentas. Que estas actividades estén formalizadas en planes que surgen de la Declaración de un Congreso Abierto y Transparente de 2015, le da solidez al compromiso de la Cámara y construyen confianza ciudadana,gracias a los mecanismos de control social existentes y operantes.
Por otro lado, el impacto de la transparencia depende mucho de la calidad y accesibilidad de estas acciones: que la información sea clara, comprensible y verdaderamente accesible para todos; que los canales para que la ciudadanía participe o formule preguntas sean efectivos; y que lo que se muestra no quede solo en eventos, sino que se traduzca en una mayor rendición de cuentas palpable en beneficios para la población.
Resultados concretos: cuando la transparencia produce cambios
Es importante hablar de logros, porque la transparencia no es solo buena intención; tiene que tener efectos verificables cuando herramientas y ciudadanía se combinan. Dos ejemplos importantes ilustran el punto:
Monitoreo de contratación pública con datos abiertos. Plataformas y aplicaciones que cruzan datos de los contratos –como usos de datos abiertos vinculados a la contratación pública– han permitido detectar anomalías y alertar a los organismos de control. Herramientas tecnológicas, se han presentado como soluciones que ayudan a detectar riesgos y mejorar la trazabilidad en tiempo real. Ese tipo de aplicaciones facilitan el trabajo de veedurías y periodistas que, con datos abiertos, verificables, y sometidos a actualización pueden producir pruebas contundentes y útiles a nivel judicial.
Veedurías que cambian obras y decisiones. El trabajo de veedurías ciudadanas y la presencia de medios y organizaciones han presionado para retomar obras abandonadas y para revisar procesos contractuales. En varios casos documentados, la acción ciudadana y la fiscalización conjunta con entes de control han contribuido al rescate o reevaluación de proyectos públicos. Ese es el tipo de resultado que transforma una denuncia en una corrección práctica y realista.
Estos resultados no son automáticos, requieren tiempo y constancia: se necesitan datos publicables,en cuanto verificables gracias a sus fuentes;herramientas reutilizables, capacitación para interpretar la información y canales claros para ejercer seguimiento y control oportuno. Cuando se alinean esos elementos, la información deja de ser un conjunto inerte de papeles, sin efecto, y se convierte en una palanca para la gestión.
Capacitar servidores públicos y ciudadanía en alfabetización de datos y procedimientos garantiza que el acceso a la información sea duradero.
¿Qué se está intentando cambiar en el funcionamiento público?
Tres ejes prácticos aparecen con fuerza en planes y programas 2025:
Datos abiertos y reutilizables. Publicar documentos es un primer paso; poner los datos en formatos que permitan análisis independientes es el salto cualitativo imprescindible. Esto en cuanto a Colombia Compra Eficiente.
Modernización de canales de atención. Herramientas como aplicaciones móviles del Congreso que reportan debates en vivo, o botones de transparencia en portales institucionales, facilitan el seguimiento ciudadano y reducen la asimetría informativa.
Formación y cultura institucional. Capacitar servidores públicos y ciudadanía en alfabetización de datos y procedimientos garantiza que el acceso a la información sea duradero, no episódico. Programas oficiales de transparencia y ética pública 2024–2025 enfatizan este punto.
Resistencias y límites: lo que aún falta
La transparencia choca con tres muros previsibles: la inercia burocrática (costo en tiempo y recursos), tensiones políticas (información que incomoda) y límites legítimos de seguridad y privacidad. Además, los empujes por mayor escrutinio provocan reacciones: desde litigios y señalamientos públicos hasta amenazas personales contra funcionarios que investigan malas prácticas. Eso hace que el avance sea tanto técnico como político: ganar terreno exige cauces legales, protección a denunciantes y una cultura institucional que premie la apertura.
Sociedad en escena: prácticas con impacto: La Semana de la Transparencia puede ser una escuela de práctica. Algunas rutas concretas para ciudadanos y organizaciones:
Presentar derechos de petición bien formulados: pedir con claridad, por escrito y citando la ley, aumenta las opciones de respuesta efectiva.
Usar repositorios de datos abiertos para producir cruces presupuestales, detectar cambios en adendas y seguir ejecución de obras; esas evidencias suelen ser materia para audiencias públicas y controles posteriores.
Crear y sumar a veedurías ciudadanas que trabajen con medios y expertos: la experiencia demuestra que el monitoreo sostenido —no la denuncia aislada— produce correcciones.
La Semana de la Transparencia no resolverá, de un plumazo, todos los problemas de opacidad que tiene un Estado complejo como el de Colombia. Pero no es un mero gesto: sirve como termómetro, taller y caja de herramientas.
Presente y futuro de la transparencia
La Semana de la Transparencia no resolverá, de un plumazo, todos los problemas de opacidad que tiene un Estado complejo como el de Colombia. Pero no es un mero gesto: sirve como termómetro, taller y caja de herramientas. Si las instituciones cumplen, la semana deja a la ciudadanía rutas concretas para fiscalizar; si no, quedará como un espectáculo bonito, superficial y olvidable.
El reto es simple en su intención y complejo en su ejecución: transformar una semana de puertas abiertas en una práctica cotidiana, por el bien de todas y todos. Para eso se necesitan normas claras (como la Ley 1712), tecnología usable (datos abiertos y apps funcionales para diferentes funciones), protección legal para denunciantes y periodistas, y ciudadanía capacitada para preguntar y usar lo recibido. Cuando esas piezas se ensamblan, la transparencia deja de ser un eslogan y se vuelve una herramienta de gobierno y de vida social: detiene malos pasos, recupera recursos y reconstruye confianza.
Y si hace falta un recordatorio con nombre propio: pedir reglas claras, exigir procedimientos visibles y sostener el escrutinio constante no es un capricho,es trabajo democrático cotidiano, eficaz y bien intencionado. Como lo ha dicho la dirigencia del Congreso y lo ha enfatizado la Secretaría de Transparencia, es momento de “dar una muestra de transparencia al país”. ¿Aceptamos la invitación?


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